LAS BIBLIOTECAS Y LA LECTURA ¿Estamos igual?
DEBATE
Hacemos poco para que los chicos lean
Sólo la lectura garantiza que nuestros chicos aprendan a distinguir, razonar, soñar y crear
Por AGUSTIN MAURIN. De la Redacción de Clarín
El análisis de las evaluaciones educativas realizadas en estos últimos tiempos ofreció la posibilidad de reflexionar sobre aspectos sociales, políticos y educativos de los resultados obtenidos. En medio de tantos porcentajes y comparaciones se reveló un dato que a nadie pareció alarmar demasiado: siete de cada diez alumnos de sexto y séptimo grado no pudieron realizar correctamente un resumen, no supieron establecer con claridad las partes en que se divide un texto o definir el tema principal. Esta realidad, lejos de solucionarse con los años, se acentúa en el secundario y en la universidad toma ribetes dramáticos cuando se intenta que los alumnos realicen los más elementales procesos de análisis y síntesis. Esta capacidad de interpretar y elaborar conocimientos a partir de la comprensión de un texto no se identifica como un problema en sí mismo y suele ser reemplazado por el estudiante recurriendo a una memorizacion repetitiva. ¿Es éste un problema atribuible solamente a la ausencia de método en el proceso educativo o tiene sus raíces en otra realidad más esencial?MitosSegún las cifras aportadas por la Fundación Leer, en la Argentina un chico no llega a leer un libro por año, mientras que en los Estados Unidos el promedio es de 10,5 libros leídos en el mismo período. Nuestros chicos no leen. Y esta tendencia parece agravarse en los últimos años. La sobreoferta de otros medios, principalmente televisión y cine, junto con la computación y toda una gama de nuevos desarrollos tecnológicos, han creado una falsa atmósfera de progreso y de información a la cual los adultos nos entregamos mansamente y naturalmente heredan nuestros hijos. Hay una especie de mito que parece hacerse cada vez más fuerte: estos chicos nuestros que pueden programar la videograbadora, manejarse con ductilidad entre 65 señales de cable o dejarnos con la boca abierta por su habilidad con los videojuegos, contarán con las habilidades necesarias para enfrentar con éxito los avatares del siglo XXI. Y este es el gran riesgo que enfrenta nuestra sociedad, nuestro sistema educativo y nuestra responsabilidad de padres: creer que el libro ha dejado de ser el principal vehículo de transmision de la cultura. Nuestros chicos no leen; y este es el elemento fundacional sobre el cual debería articularse cualquier intento serio de trascender los contenidos curriculares para lograr que, además de gramática y aritmética, nuestros hijos aprendan a descubrir y a imaginar. El ejercicio de la lectura es lo único que garantiza la formación en el niño de la habilidad de distinguir y razonar y al mismo tiempo de soñar y crear.Se podría argumentar desde una perspectiva curricular que a los chicos se les enseña a leer y a interpretar textos, que en los programas está contemplada la interpretación e identificación de las ideas principales, etc.; pero lo cierto es que al poner todo en un mismo nivel y dedicarle el mismo tiempo a la acentuación de los diptongos que a ejercitar la comprensión lectora se comete un error conceptual que lamentablemente pone una vez más el carro delante del caballo. Nos preocupa que nuestros chicos tengan errores de ortografía, les cueste expresarse en forma oral y escrita, pero parece que nunca se tomaron ni se tomarán medidas estructurales serias para corregir la situación. ¿Deben ser sólo los padres quienes se ocupen de crear hábitos de lectura y pensamiento crítico? ¿Esta capacidad es innata y nada podrán hacer estos siete de cada diez para mejorar su entendimiento? La respuesta a ambas preguntas nos parece evidente, y sin embargo, pasan los gobiernos y las oposiciones y nadie acierta a definir con claridad cómo haremos para que nuestros chicos incrementen y mantengan la más importante y prioritaria de todas las necesidades: el hábito de la lectura. Seguir actuando como si el desarrollo de una nueva generación de chicos lectores dependiera de factores imprevisibles o fortuitos es de una irresponsabilidad y de un grado de ignorancia que debería preocuparnos profundamente. La pobreza de las bibliotecas escolares (cuando no su ausencia) es sólo la punta del iceberg. Hay además de este hecho estructural una larga situación de desvaloración del libro como soporte fundamental de la cultura. Nuestros chicos no leen, y lo que es peor: no hacemos nada para que adquieran el hábito. Lamentablemente para nuestras conciencias este no es un problema de algunos. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables. Lo único que podemos argüir en nuestra defensa, para justificar nuestra inercia y falta de imaginación, es decir que nosotros tampoco hemos leído demasiado.
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